Eva Villaseñor
Actualizado: 8 feb 2021
Un rescate a la vulnerabilidad. por Alexa Pereda Lo primero que conocí de la directora Eva Villaseñor fueron sus manos. Llegó a la hora marcada, sin prisa alguna y entró por la puerta de la cafetería cuando debía hacerlo. La reconocí penosa y ella me sonrió dando así inicio a la paradoja temporal que fue esa mañana con ella. Se acercó hasta la mesa y por reflejo posó sus manos sobre las mías. Me sostuvo unos segundos, trazando con su roce una confianza única. -¿Alexa? Que lindo se ve tu pelo. De mi boca corrieron cumplidos atropellados que ella frenó sin querer al notar mi cámara. -¿Puedo verla? -Claro, la verdad es que todavía no la sé usar. Acto seguido Eva se sentó a mi lado, ordenó un café que terminó siendo otro y me obsequió consejos y trucos para dominar el aparato. Creía saber cachos de Eva por sus documentales, y sin embargo la mujer sentada enfrente de mí era una completa extraña. A los pocos minutos me di cuenta de que la mujer que entró con el cabello barnizando sus costillas, era sobre todo una mujer íntima. - ¿Siempre quisiste estudiar cine? -No, bueno, siempre quise hacer algo como pintar, porque de niña pintaba mucho. A los catorce años tomé un taller de fotografía a blanco y negro en Aguascalientes y gané un concurso. Eso fue como… un encontrar mi oficio porque algo que había aprendido, me salía muy bien. - ¿De que fueron tus primeras fotos? -A mí siempre me ha interesado la banda de la subcultura de alguna manera. Me clave mucho en Aguascalientes, porque había mucha incidencia de migrantes que iban y regresaban y traían muchas cosas. Por eso mi hermano entró al rap, porque traían discos. Yo estuve muy pegada siempre con él. Me latia mucho la onda cholesca, los raperos. Mis primeras fotos eran del barrio. - ¿Alguna vez te dio pena acercarte a la gente para tomarles fotos? -No, no realmente. Yo creo que cuando uno hace fotografías busca lo que lo identifique. Creo que ahora me he vuelto más consciente de que significa sacar una cámara y tomar fotos. Antes, bueno sólo era una niña con una cámara, no era ni agresiva, ni generaba desconfianza. Es más, les daba curiosidad ver que estaba haciendo. Ante la mención de su hermano, yo le pregunté sobre su documental titulado M, el cual ella grabó y edito. En el, Eva sigue a su hermano Miguel entre su pasión por el rap y el mundo caótico en el que se encuentra. - ¿Cómo fue el proceso de M? Ante la pregunta, sus ojos, su voz, su cuerpo, que aparentaba ser pequeño pero que brotaba más allá de ella, se tornaron ventosos y Eva, querida Eva, sentada ahora enfrente de mí bajó sus gafas de sol y comenzó a hablar. -Películas como la de M tienen su riesgo. Cargas con las imágenes de dolor de la familia que quieres y es algo que nunca se sabe como vaya a resultar. Yo me enojaba porque él quería que yo mostrara unas cosas, pero yo estaba más interesada en mostrar otras. En la última escena, fue una decisión consciente la de dar la mano. En realidad, a la que le agarro la mano es a mi mamá porque pues, la sentí muy consciente de que se estaba viendo en una cámara… con mucho dolor. Sentí que la estaba exponiendo y no supe si fue consciente o no, pero si toqué a mi hermano. A mi me costó trabajo porque ya me había puesto el dogma de no aparecer, pero al final sí. Yo creía que también era una crítica al sistema de salud en Aguascalientes, a la doble moral. - ¿Qué fue lo más complicado de este documental? - Cuando me escuchaba editando. Yo representaba esa sociedad represora. Aprendí que tenía que ser más tolerante, a no tomarme sus chistes personales, y que no me afectara lo que él decía. También entender que lo que uno pone o no pone visualmente puede o no reforzar las narrativas. Que, en este caso, yo no quería mostrar a mi hermano como víctima ni mostrarlo en el otro extremo. Porque aparte ser directora, guionista, productora y editora Eva es demasiado consciente de las narrativas y los estigmas. Durante la plática fuimos interrumpidas cinco ocasiones por vendedores ambulantes a los que ella observó amablemente y tras escuchar sus peticiones, les deseó un buen día y regresó a nuestra conversación. Me contó un poco más de la dinámica surgida durante los siete años de seguimiento a su hermano para el documental. Con cada palabra ella dejó entrar a la vulnerabilidad en nuestra mesa y entre valientes lagrimas me explicó la cuestión de reivindicar una imagen. Me contó de su otro documental: Memoria Oculta. En este Eva emprendió una búsqueda para delinear los pasos tomados durante el tiempo en que ella perdió la memoria durante sus estudios en el CCC. Algo que siempre ha sido cierto es que la gente sólo escucha y crea un ficticio en lo real. No conocemos realmente al otro, pero lo rellenamos a partir de lo que lo rodea y esto Eva lo entiende demasiado bien. - Yo siempre he sido muy consciente de como me ven los demás. De que represento por lo que soy, por el tamaño, por cómo hablo, por cómo me muevo. Sabía que si ellos me veían ya iba a estar el estigma. A mí me costaba mucho entender eso. Siempre me ha dado cosa verme en imagen, necesitaba que otras personas me representaran. Representaciones como la de mi hermano, alguien protector que quería rescatar a su hermana del infierno… yo sabía que si estaba mi voz o mi imagen iba a generar un conflicto porque tenemos ese estigma ya puesto, un prejuicio, una calca de algo y pues es que yo estaba bastante vulnerable. En realidad, siempre he creído que habla más el en dónde estas poniendo la cámara, en dónde y cómo te acercas, eso lo he aprendido con la marcha. - Al final, tu pones un pequeño collage en Memoria Oculta ¿por qué? -Es mi reflexión visual y sonora. Es a partir de una extracción de un asilo de ancianos. Fue una mujer muy joven que tenia un Alzheimer muy avanzado. Me encontré con ella sola en la habitación y me vi en ella. Me dolió mucho como gritaba con terror de no saber que ella ya es una adulta y que sus papás no están ahí. Pero descontextualizado no la podías mostrar, es de esas cosas que viste, pero no puedes mostrar. No hay nada como el sonido sin imagen, en ese momento, asumiéndome que soy ella… Sin embargo, tampoco buscó victimizarse. -En las entrevistas estaba todo, yo lloré todo el tiempo. A veces hay que hacer las películas de reconstrucción en principio para uno. Los haces para ti. Memoria Oculta fue como un escape. Al terminar la entrevista nos acompañamos hasta el Fondo de Cultura Económica y nos despedimos abrazadas. Mientras caminábamos en ningún momento soltó Eva mi brazo, me cuido sin tener que hacerlo, por reflejo. Sus ojitos habían regresado al blanco fresco del día y su voz volvía a ser la de sus documentales. Eva me recordó a un poema de Hugo Gola “el mirar a veces ayuda, el mirar lo ya visto”, pues, en M, Eva desmenuzó la idea de masculinidad de su hermano y en Memoria Oculta se desmenuzó a ella misma para volverse a encontrar. Eva Villaseñor cuenta, entre otras obras, con dos cortometrajes “Señora” (2012) y “R.” (2013) disponibles en la plataforma de Vimeo. Estamos emocionados por sus futuros proyectos y con la idea de reencontrarnos con ella, la mujer que rescata la vulnerabilidad.
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